• Me hago al silencio

      mientras la tempestad

      acumula dígitos

      y el sin nombre lava los platos

      —utopía agónica—.

      Me hago al silencio,

      aun cuando el río ruge.

      Amapolas

      en grito

      articulan el límite

      insomnio de la mudez.

      Me hago al silencio

      aun cuando la palabra

      manantial sin oídos

      ahogada en el principio

      de lo absurdo

      reniega.

      Esfera que multiplica aplausos

      en el penúltimo acto

      de la voz

      plegaria.

      Alucino, tiemblo.

      Soy la enésima espectadora; él me observa.

      No tengo pies.

      No tengo manos.

      Huye el alma

      como peregrina de luces inequívocas

      la fe.

      Los muertos se pliegan al destino

      de amar y perder

      de perder y amar.